a Tamara
En un cajón de mi escritorio
Dejé, por fin, archivada la webcam.
Los miles de pixeles
Que dibujaban tu rostro
O tu hermoso cuerpo desnudo
Se apagaron para siempre.
Fuiste un holograma maldito,
Una decisión siempre postergada,
Una canción sin letra ni música
Donde fui vaciándome, poco a poco.
¿Dónde el ritmo de mi sexo en el tuyo?
¿Dónde el roce, la caricia, el gesto
Con el que decir «te quiero» sin decirlo?
¿Dónde el beso con el que día a día
se despide o se da la bienvenida?
¿Dónde la sombra de tu cuerpo y el mío,
Yendo y viniendo por un mundo ajeno?
¿Dónde el abrazo, el calor y el gemido?
En la pantalla negra ya solo aparece mi reflejo,
Mientras, despacio, me incorporo del sillón.