Ahora
que me vence el sueño
a nadie tomaré de la mano.
Mañana,
o mejor,
en un rato,
abriré los ojos
y recuperaré la conciencia
(esos milagros cotidianos),
pero nadie me sonreirá
ni me dirá buenos días
(los milagros restantes).
Iré al baño
me miraré al espejo
pero tampoco yo me sonreiré
ni me diré buenos días.
Pondré agua a calentar
y pan a tostar,
mientras, abriré las ventanas,
saludaré a mis perros
gozosos de volver a verme,
miraré el cielo
y pensaré en vos.
Tomaré el desayuno,
me lavaré las manos
y abriré el libro
en la página
en que fue dejado anoche.
Y gastaré el día en él
creyendo que ambos
hicimos lo correcto.